"Independientemente... Mi vida, lo que me gusta, me desagrada, lo que pienso, lo que hago y dejo de hacer... Indpendientemente"

lunes, 2 de septiembre de 2013

Cuando Sartre Conoce a Nietzsche

 “¿Qué puede hacer el cuerpo?”
Cuando Sartre conoce a Nietzsche
            El cuerpo es un contenedor. Es la estructura que da forma a un fenómeno tan complejo como lo es la existencia humana. Es por medio del cuerpo que el ser humano es capaz de realizar, de hacer, de efectuar. El hombre necesita del cuerpo, y se ve sumido en la desesperanza de que sin su espacio contenedor, pasa a formar parte de nuevo de la gran energía de vida del cosmos, esperando una nueva oportunidad, un nuevo despertar. El ciclo finito de vida del hombre, esa putrefacción de la manifestación física que permite existir es lo que genera terror a la muerte. El hecho de envejecer conlleva al abandono obligatorio del cuerpo y por tanto es el fin de ese ciclo de pensamiento y acción.
            Sartre (2006[1946])  habla de la vida humana retomando lo expuesto por Heidegger, refiere a un dasein arrojado al mundo por su propia cuenta, solo y desamparado y con el peso de él y la humanidad sobre sus hombros. Estar contenido en el cuerpo es fuente de angustia, ya que con el motivo de definir la esencia, se debe vivir la vida de forma examinada. Hasta cierto punto, el filósofo francés apunta la necesidad de trascender del dasein a la persona intelectual; es decir, enrumbar desde un principio el sentido de la vida, aplicar mi existencia en función de los otros que también están contenidos en cuerpos, con el fin de hacer más llevadero el exilio de la vida.
No muy lejos de esta perspectiva, Nietzsche (2009[1882]), un poco más individualista tal vez, define al ser humano como un diamante en bruto: poco valioso en el estado en que se encuentra, pero que si se somete a un doloroso proceso de cambio y superación puede llegar a ser el Übermensch, el hombre exponenciado. El alemán señalaba la necesidad de que el cuerpo y el ciclo de vida fueran puente a la superación, a la adquisición de la voluntad de poder y al amor fati. El hombre que no teme vivir la vida y volverla a vivir (eterno retorno) y que aún así está dispuesto a amar, odiar y soñar, es quien puede llegar a considerarse el Súper Hombre.
Ahora bien, ambos filósofos convergen en un punto evidente: el hombre en su cuerpo tiene la oportunidad de consagrarse como algo más allá, tiene la posibilidad de que su existencia no se quede en el nihilismo ni el quietismo. Se le da al hombre un papel activo, de construcción; sin caer en la actitud mesiánica ni ególatra: el hombre puede llegar a ser humano en su totalidad. No obstante, tanto la persona intelectual como el Übermensch topan de lleno contra un muro establecido por el hombre, un amparo poético y ficticio que culturalmente ha sido aceptado con el fin de tratar de evadir la inseguridad ontológica que produce el estar solo y el tener que tomar decisiones: el hombre encuentra con la moral.
La moral no es más que la forma en que el hombre busca aplicar la ética, es decir como este trata de deducir en la vida cual es el sendero correcto a seguir. Evidentemente, la moral como acto de elección o discernimiento de la senda que me permita la aplicación de un humanismo verdadero no afecta a ninguno de los personajes de los filósofos anteriores. No obstante, si existe un problema, el hombre ha corrompido la moral y la ha transformado más allá de lo que realmente es y la ha transformado en normas, leyes, dictámenes que encierran o encasillan la existencia, de forma que buscan definirla hasta el mínimo detalle, logrando así que el hombre no disfrute de su cuerpo y devenga en un peón que no cuestiona, que no piensa, que no produce y que sencillamente se limita a seguir instrucciones.
Esta institucionalización de la moral necesaria [necesaria porque existen quienes ocupan que ella sea así] no es un fenómeno nuevo, es una enfermedad social que inicia desde que el hombre comienza a definir como malo y bueno. Este pensamiento toma auge con la aparición de las religiones predominantes, las cuales basadas en textos sagrados imponen a los adeptos el camino hacia la salvación, o en su defecto la evasión de castigos perpetuos. Paralelamente,  se puede hablar de una moral de amo y esclavo, un precedente tal vez de la Superestructura que posteriormente que Marx explicaría con su teoría acerca de las relaciones de poder y sumisión del proletariado ante los que tienen poder económico.
De esta forma, al tiempo que las sociedades evolucionaban, la moral necesaria fue encarcelando al hombre, le cortó sus alas y definió que podía y que no podía hacer el cuerpo. Lo que está fuera de los parámetros establecidos es pecado o es delito; pero esto solo encubre estratégicamente falsedades de quienes imponen esta moral. A partir de la definición de lo bueno y lo malo,  los puentes hacia el Übermensch y la persona intelectual se cortan, ya que la estar sujetos a cierto rango de acción que es considerado socialmente como correcto la posibilidad de trascender se anula.
Taylor en su plática con Butler en el video La vida examinada (2008) expone que es difícil realizar tareas con partes del cuerpo que no están capacitadas para realizar una determinada acción. De la misma manera, para el hombre es difícil utilizar su cuerpo de manera innovadora o sugerente si la sociedad lo ha limitado tanto epistemológicamente como en su manera de actuar. El sentimiento de angustia es desechado imaginariamente; al escoger sendas preelegidas las decisiones son fáciles, no satisfactorias. Empero, quien se arriesga y da el salto a ser diferente, a romper con la moral, paga las consecuencias. Butler habla del miedo al que es diferente, el miedo a la otredad. Duby (1995) mencionaba que el miedo al otro era por ser distinto de lo propio, lo cual aplica perfectamente al caso del joven asesinado mencionado por Butler.
Si se está limitado por una estructura tan arraigada en el seno de la sociedad misma, ¿qué se puede hacer con el cuerpo? ¿Se debe dejar a la deriva, siguiendo como caballos de tiro la única senda que se puede ver? La respuesta está en el sacrificio, en la disposición de ser diferentes y de buscar los objetivos que cada quien tiene propuestos. Nietzsche (2010[1884]) habla de las nuevas tablas, de la necesidad del ser humano de imponer su propia virtud, su nueva moral, la verdadera moral, aquella que no decide entre el bien y el mal, lo correcto o incorrecto; sino entre lo que beneficia a la propia existencia y a la humanidad. Es un volver a las necesidades, a  la satisfacción, a dejar el sentimiento de culpa y de vergüenza y comenzar a concretar la existencia y la esencia humana.
Sartre, J.P. (2006[1946]) rescata de Dostoievsky que cuando el hombre se queda solo, sin su dios [léase aquí dios como figura de imposición de moral], se ve obligado a decidir por sí solo, de volver a la angustia pero al mismo tiempo a la oportunidad de elegir libremente. Se debe entender que el hombre tiene un cuerpo que lo llama a trascender, a realizar a construir y no a destruir. Es una oportunidad única que se tiene para marcar la diferencia, pero para hacerlo, hay que arrojarse al precipicio de la incertidumbre y trascender.
REFERENCIAS
Duby, G. (1995). Año 1000, año 2000: La huella de nuestros miedos. Editorial Andrés Bello: Santiago de Chile.
Marx, K. (2006[1894]. El Capital. Siglo XXI Editores: Buenos Aires.
Nietzsche, F. (2009[1882]). La gaya ciencia. Ediciones Akal: Madrid.
Sartre, J.P. (2006[1946]). El Existencialismo es un humanismo. U.A.M.: México D.F.

Taylor, A. (2008). La vida examinada [película documental]. Zeitgeist Films: Nueva York.