“¿Qué puede hacer el cuerpo?”
Cuando Sartre conoce a Nietzsche
El
cuerpo es un contenedor. Es la estructura que da forma a un fenómeno tan
complejo como lo es la existencia humana. Es por medio del cuerpo que el ser
humano es capaz de realizar, de hacer, de efectuar. El hombre necesita del
cuerpo, y se ve sumido en la desesperanza de que sin su espacio contenedor,
pasa a formar parte de nuevo de la gran energía de vida del cosmos, esperando
una nueva oportunidad, un nuevo despertar. El ciclo finito de vida del hombre,
esa putrefacción de la manifestación física que permite existir es lo que genera terror a la muerte. El hecho de envejecer
conlleva al abandono obligatorio del cuerpo y por tanto es el fin de ese ciclo
de pensamiento y acción.
Sartre
(2006[1946]) habla de la vida humana
retomando lo expuesto por Heidegger, refiere a un dasein arrojado al mundo por su propia cuenta, solo y desamparado y
con el peso de él y la humanidad sobre sus hombros. Estar contenido en el
cuerpo es fuente de angustia, ya que con el motivo de definir la esencia, se
debe vivir la vida de forma examinada. Hasta
cierto punto, el filósofo francés apunta la necesidad de trascender del dasein a la persona intelectual; es decir, enrumbar desde un principio el
sentido de la vida, aplicar mi existencia en función de los otros que también
están contenidos en cuerpos, con el fin de hacer más llevadero el exilio de la vida.
No muy lejos de
esta perspectiva, Nietzsche (2009[1882]), un poco más individualista tal vez,
define al ser humano como un diamante en
bruto: poco valioso en el estado en que se encuentra, pero que si se somete
a un doloroso proceso de cambio y superación puede llegar a ser el Übermensch, el hombre exponenciado. El
alemán señalaba la necesidad de que el cuerpo y el ciclo de vida fueran puente
a la superación, a la adquisición de la voluntad
de poder y al amor fati. El
hombre que no teme vivir la vida y volverla a vivir (eterno retorno) y que aún así está dispuesto a amar, odiar y soñar,
es quien puede llegar a considerarse el Súper
Hombre.
Ahora bien, ambos
filósofos convergen en un punto evidente: el hombre en su cuerpo tiene la
oportunidad de consagrarse como algo más allá, tiene la posibilidad de que su
existencia no se quede en el nihilismo ni el quietismo. Se le da al hombre un
papel activo, de construcción; sin caer en la actitud mesiánica ni ególatra: el
hombre puede llegar a ser humano en
su totalidad. No obstante, tanto la persona
intelectual como el Übermensch topan
de lleno contra un muro establecido por el hombre, un amparo poético y ficticio
que culturalmente ha sido aceptado con el fin de tratar de evadir la
inseguridad ontológica que produce el estar solo y el tener que tomar
decisiones: el hombre encuentra con la
moral.
La
moral no es más
que la forma en que el hombre busca aplicar la
ética, es decir como este trata de deducir en la vida cual es el sendero
correcto a seguir. Evidentemente, la moral como acto de elección o
discernimiento de la senda que me permita
la aplicación de un humanismo verdadero no afecta a ninguno de los personajes
de los filósofos anteriores. No obstante, si existe un problema, el hombre ha
corrompido la moral y la ha transformado más allá de lo que realmente es y la
ha transformado en normas, leyes, dictámenes que encierran o encasillan la existencia, de forma que buscan
definirla hasta el mínimo detalle, logrando así que el hombre no disfrute de su
cuerpo y devenga en un peón que no cuestiona, que no piensa, que no produce y
que sencillamente se limita a seguir instrucciones.
Esta institucionalización de la moral necesaria [necesaria
porque existen quienes ocupan que ella sea así] no es un fenómeno nuevo, es una
enfermedad social que inicia desde que el hombre comienza a definir como malo y bueno. Este pensamiento toma auge con la aparición de las
religiones predominantes, las cuales basadas en textos sagrados imponen a los
adeptos el camino hacia la salvación, o en su defecto la evasión de castigos
perpetuos. Paralelamente, se puede
hablar de una moral de amo y esclavo,
un precedente tal vez de la Superestructura
que posteriormente que Marx explicaría con su teoría acerca de las relaciones
de poder y sumisión del proletariado ante los que tienen poder económico.
De esta forma, al
tiempo que las sociedades evolucionaban, la moral
necesaria fue encarcelando al hombre, le cortó sus alas y definió que podía y que no podía hacer el cuerpo. Lo
que está fuera de los parámetros establecidos es pecado o es delito; pero esto
solo encubre estratégicamente falsedades de quienes imponen esta moral. A
partir de la definición de lo bueno y lo
malo, los puentes hacia el Übermensch y la persona intelectual se cortan, ya que la estar sujetos a cierto
rango de acción que es considerado socialmente como correcto la posibilidad de trascender se anula.
Taylor en su
plática con Butler en el video La vida
examinada (2008) expone que es difícil realizar tareas con partes del
cuerpo que no están capacitadas para realizar una determinada acción. De la
misma manera, para el hombre es difícil utilizar su cuerpo de manera innovadora
o sugerente si la sociedad lo ha limitado tanto epistemológicamente como en su
manera de actuar. El sentimiento de angustia es desechado imaginariamente; al
escoger sendas preelegidas las decisiones son fáciles, no satisfactorias. Empero,
quien se arriesga y da el salto a ser diferente, a romper con la moral, paga
las consecuencias. Butler habla del miedo al que es diferente, el miedo a la otredad. Duby (1995) mencionaba que el
miedo al otro era por ser distinto de lo propio, lo cual aplica perfectamente
al caso del joven asesinado mencionado por Butler.
Si se está limitado
por una estructura tan arraigada en el seno de la sociedad misma, ¿qué se puede
hacer con el cuerpo? ¿Se debe dejar a la deriva, siguiendo como caballos de
tiro la única senda que se puede ver? La respuesta está en el sacrificio, en la
disposición de ser diferentes y de buscar los objetivos que cada quien tiene
propuestos. Nietzsche (2010[1884]) habla de las nuevas tablas, de la necesidad del ser humano de imponer su propia virtud, su nueva moral, la verdadera
moral, aquella que no decide entre el bien
y el mal, lo correcto o incorrecto;
sino entre lo que beneficia a la propia existencia y a la humanidad. Es un
volver a las necesidades, a la
satisfacción, a dejar el sentimiento de culpa y de vergüenza y comenzar a
concretar la existencia y la esencia humana.
Sartre, J.P. (2006[1946]) rescata de Dostoievsky que
cuando el hombre se queda solo, sin su dios [léase aquí dios como figura de
imposición de moral], se ve obligado a decidir por sí solo, de volver a la
angustia pero al mismo tiempo a la oportunidad de elegir libremente. Se debe
entender que el hombre tiene un cuerpo que lo llama a trascender, a realizar a
construir y no a destruir. Es una oportunidad única que se tiene para marcar la
diferencia, pero para hacerlo, hay que arrojarse al precipicio de la
incertidumbre y trascender.
REFERENCIAS
Duby, G. (1995). Año 1000, año
2000: La huella de nuestros miedos. Editorial Andrés Bello: Santiago de
Chile.
Marx, K. (2006[1894]. El Capital. Siglo
XXI Editores: Buenos Aires.
Nietzsche, F. (2009[1882]). La gaya ciencia. Ediciones Akal: Madrid.
Sartre, J.P. (2006[1946]). El Existencialismo es un humanismo. U.A.M.:
México D.F.
Taylor, A. (2008). La vida examinada [película documental]. Zeitgeist Films: Nueva
York.
No hay comentarios:
Publicar un comentario